En
1749 Benjamín
Franklin inició
sus experimentos sobre la electricidad; defendió
la hipótesis de que las tormentas son
un fenómeno eléctrico y propuso un método efectivo para
demostrarlo.
En
1752 Franklin publicó en Londres, un
artículo donde propuso la idea de utilizar varillas de acero en punta, sobre
los tejados, para protegerse de la caída de los rayos. Su teoría se ensayó
en Inglaterra y Francia antes
incluso de que él mismo ejecutara su famoso experimento con una cometa en 1752.
Inventó el pararrayos y presentó la llamada teoría del fluido único para
explicar los dos tipos de electricidad atmosférica, la positiva y negativa.
A
partir de entonces nacieron los pararrayos que, contrariamente a lo que indica
su nombre, se diseñaron para excitar y atraer la descarga y luego conducirla a
tierra, lugar donde no ocasiona daños. La confianza de protección era tan
grande en la sociedad que, inconscientemente, no contemplaban sus riesgos, e
incluso llegaron a diseñarse estéticos paraguas con pararrayos incorporado.
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